ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

DEFINICIÓN


La antropología filosófica, es aquella rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio del hombre en sí mismo; que toma al ser humano como objeto a la vez que sujeto del conocimiento filosófico.
Las interrogantes que se plantean apuntan a determinar qué es el hombre, qué diferencia al hombre de las demás entidades que existen en la realidad, cuáles son los componentes fundamentales de su ser; no en el sentido material o funcional físico con que pueden estudiarlo sea la anatomía o la fisiología, sino con referencia a lo que constituye lo más diferencial y personal de su ser, los determinantes de su condición espiritual y racional.
En este sentido, la antropología (del griego: ántropos=hombre), es aquella disciplina que procura el conocimiento del hombre no en sentido físico sino especialmente respecto de su comportamiento tanto en lo individual como en lo colectivo; aunque distinguiéndose de la sociología como disciplina que analiza las cuestiones de las sociedades humanas desde un punto de vista más general y objetivo, que subjetivo.


En la realidad, es fácil percibir que entre los seres vivos, fundamentalmente en el reino animal, ocurren fenómenos de conducta individual. La etología, en particular, es la disciplina que se ocupa de analizar las conductas de los animales de todos los niveles zoológicos. Sin embargo, es también facilmente perceptible que las conductas de los animales son explicables primariamente en función de factores de carácter instintivo; como comportamientos que están impulsados por determinantes que pueden considerarse automáticos o “programados” en relación a determinadas circunstancias.




Antropologia Filosofica from rafael felix





EL CONOCIMIENTO.

  La facultad humana del conocimiento, ha sido indudablemente uno de los primeros temas suscitados en el ámbito de la filosofía; no solamente en cuanto a plantearse la cuestión de si el hombre es capaz de conocer, sino también aquella del grado de verdad de lo que se conoce.

La llamada fenomenología del conocimiento, procura exponer el proceso por el cual el conocimiento se produce, pero intenta hacerlo desde un enfoque puramente filosófico, atendiendo al significado de ser objeto o sujeto del conocimiento. En ese fenómeno filosófico del conocimiento se trasunta una especie de fusión del objeto conocido con el sujeto cognoscente, que obviamente no sería posible en ausencia de cualquiera de ellos.

Pero esa suerte de fusión ocurrente en el conocimiento humano, no tiene lugar en sentido físico y material sino abstracto. El hombre conoce a través de su intelecto, y lo que se incorpora a él no es el objeto mismo, sino su representación; que puede ser una exacta reproducción del objeto conocido - en cuyo caso el conocimiento será verdadero - o no serlo, por lo menos parcialmente - en cuyo caso el conocimiento será falso.

La primera de las cuestiones se suscitan, es la de la posibilidad del conocimiento, para lo cual los filósofos han dado diversos tipos de respuestas:

Para el escepticismo, el conocimiento no es posible; lo cual encierra en sí una contradicción, ya que si realmente el conocimiento no fuera posible, tampoco el conocimiento de ello sería posible. En ese sentido, se destaca el planteo de Renato Descartes en su célebre expresión “pienso, luego existo”, conforme a la cual la sola circunstancia de tener dudas implica la apertura de la inteligencia hacia la realidad: no nos es posible dudar de que estamos dudando, y ello constituye algo verdadero tanto como lo es que si estoy dudando es porque existo.

Para el dogmatismo, no solamente el conocimiento es posible, sino que las cosas son conocidas tal como ellas son.

Las posiciones intermedias, que de alguna manera participan en cierta medida de cada una de las anteriores, admiten que el conocimiento es posible cuando son cumplidas determinadas condiciones; las que se refieren a tomar en consideración las características del sujeto cognoscente, las deformaciones provenientes de los sentidos, o de los preconceptos personales o sociales.

Acto seguido, se plantea la cuestión del fundamento del conocimiento:

Para el empirismo, el fundamento del conocimiento radica en la realidad inteligible, considerando incluso como parte de ella las propias ideas en cuanto existen en la conciencia; de tal manera que la experiencia, sea sensible, histórica o interior, es el fundamento del conocimiento.
 
Para el racionalismo, el fundamento del conocimiento reside en la razón, ya no como una realidad inteligible existente en la conciencia, sino como un conjunto de evidencias o verdades eternas.

Por otro lado, también en cuanto a la cuestión del fundamento del conocimiento se plantean las concepciones del realismo y del idealismo.

El realismo sustenta que el conocimiento es posible sin necesidad de suponer que la conciencia impone a la realidad determinados conceptos o categorías. Desde el enfoque metafísico, el realismo considera que las cosas existen realmente y con independencia de la conciencia y del sujeto que las conoce. El realismo ingenuo, supone que el conocimiento es una reproducción exacta de la realidad; mientras que el realismo científico - también designado crítico o empírico - indica que no es posible equiparar directamente lo percibido con lo realmente conocido, sino que previamente hay que someterlo a un análisis racional.

El idealismo gnoseológico (ya que existen diversas otras acepciones aplicables al idealismo) ha sido una corriente filosófica moderna, sustentada por filósofos como Descartes y sobre todo la corriente denominada del idealismo alemán (entre los que se encuentran Kant, Fichte, Schelling y Hegel). Este idealismo no significa negar la existencia del mundo exterior, sino sostener que la existencia de esos objetos del mundo exterior no es cognoscible mediante la percepción inmediata; y que por lo tanto lo conocido no es el mundo sino una representación del mundo. El idealismo ha sido profesado por muchos filósofos modernos; no obstante lo cual ha perdido mucha fuerza en la filosofía contemporánea.





PENSAMIENTO DE SÓCRATES

El hombre es un compuesto entre cuerpo y alma.



Sócrates dice que el alma es algo que existe dentro de nosotros, pero que no se capta por los sentidos. Él dice que poseemos alma por lo que somos capaces de hacer. El alma es sinónimo de alma racional, de inteligencia. Además, el alma tiene una vertiente práctica, relacionada con lo que nos permite decidir nuestra conducta. Ésta es la más importante para Sócrates, es decir, la función ética o práctica. Sócrates está muy preocupado por el problema de la felicidad humana, la felicidad no está determinada por ningún agente externo (por la voluntad de los dioses, o por la biología, herencia...), sino que depende de nuestras propias decisiones. Nuestras decisiones son el resultado de nuestros conceptos, del conocimiento que tengamos del bien y del mal, de lo justo y lo injusto... El bien y el mal son objetivos, no depende de lo que nosotros digamos. La voluntad está sometida a la inteligencia. A ésta manera de pensar se le llama intelectualismo socrático, es decir, identificar el conocimiento del bien con la buena conducta, y el vicio con la mala.

La felicidad no se compra con el dinero ni con el éxito.

La felicidad consiste en la práctica de la virtud, llevar una vida virtuosa conforme a los valores morales. Una persona es ignorante en la medida en que no conoce los límites entre lo bueno y lo malo. La ignorancia es la que conduce a la desgracia del ser humano.

Una persona es ignorante porque no encuentra los límites del bien y del mal.

La ignorancia es la enfermedad del alma.






PENSAMIENTO DE PLATÓN


(Ateniense, discípulo de Sócrates) filósofo del siglo IV a.C pensaba que el hombre estaba compuesto de cuerpo y alma. Para él, el hombre es esencialmente alma. Al igual que Sócrates, Platón dice que el alma es inmortal.

Él dice que el alma (racional) es principio de conocimiento racional, aquello que nos permite conocer la esencia de las cosas.

Además de alma racional, hay alma concupiscible (es decir, tendencia hacia el placer).

Alma irascible (es decir, tendencia hacia el poder, superar las dificultades) lo que se debe hacer y lo que apetece hacer entran en conflicto. El deber y el placer no son compatibles a veces. Sin embargo, el alma irascible puede ser aliada de la razón.

Platón dice que “la felicidad es un estado del alma”. Es feliz aquella persona que consigue la armonía interior, que se consigue cuando el alma racional controla a las otras dos, cuando somos capaces de hacer lo que comprendemos que tenemos que hacer, poseemos salud mental.

Platón señala cuatro virtudes para conseguir la armonía: prudencia, fortaleza, templanza y justicia.

La prudencia es la virtud que perfecciona al alma racional y que implica el conocimiento de la verdad y del bien. La enfermedad del alma racional, es decir, lo contrario de sabiduría o prudencia, es la ignorancia.

La virtud propia del alma concupiscible es la moderación o templanza. Tenemos que decir no al placer muchas veces para no crear problemas.

La virtud propia del alma irascible es la fortaleza, es decir, la capacidad de vencer las dificultades y no ceder a que nos venzan.

La justicia es una virtud que resulta de la posesión o unión de las otras dos. Una persona justa es una persona que tiene un ajustamiento o armonía interior. Para ser ajustado debemos ser sabios, fuertes y moderados.

Problema de la inmortalidad del alma en Platón:

En todo conocimiento existen dos elementos que son el sujeto (Ser que conoce) y el objeto (lo conocido). Hay dos tipos de sujetos, según como se observe el objeto: la razón y los sentidos. Como las verdades que conoce la razón (la esencia) es inmaterial, el alma y la inteligencia también es inmaterial. Al no ser material la razón no desaparece, no muere.

El objeto de la razón es la esencia de las cosas, el de los sentidos es el aspecto material (apariencias de las cosas).

Decir que el alma es inmaterial, es decir, que no está compuesta de partes y, por tanto, no muere ni desaparece, es decir, es inmortal porque morir significa descomponerse en partes. Éste argumento es el “Diálogo de Menón”.

El cuerpo del hombre muere como consecuencia de las enfermedades propias, las enfermedades del alma son: la ignorancia, la intemperancia, la cobardía y la injusticia. Si éstas enfermedades no acaban con el alma, mucho menos lo van a afectar las enfermedades del cuerpo. Esto lo dijo en su obra “La República”.



CASSIRER


Una vida no examinada, no vale la pena de vivirla-


Sócrates

 Cassirer empieza así su obra, Antropología Filosófica, en la que realiza un estudio sobre el hombre, y dice que la única forma que tiene el hombre para entender el mundo en el que vive es conocerse primero a sí mismo. Por eso cultiva una rama de la filosofía, la antropología filosófica, que nos pone una visión de la estructura fundamental de las actividades humanas y que nos permite entenderlas como un todo orgánico.
La frase griega, “γνῶθι σαυτόν” (conócete a ti mismo) no es por cierto una novedad en
este campo. El aforismo fue inscripto en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, y ha sido atribuido a varios sabios griegos antiguo y puede cómodamente resumir, por ejemplo, el pensamiento de Sócrates, como exhortación para encontrar la verdad dentro de sí mismo en lugar del mundo de las apariencias. Conocerse a sí mismo puede, a primera vista, parecer contrario a conocer el mundo, pero los dos tipos de conocimiento pueden considerarse como dos caras de una misma moneda: la filosofía del hombre es el impulso hacia el conocimiento y dicho conocimiento no puede ser limitado solo a su mente. Desde Pitágoras hasta Immanuel Kant, muchos filósofos han expresado la importancia de conocerse a sí mismo como punto de partida antes de empezar a descubrir la verdad absoluta. Y muchas otras culturas se han dado cuenta de la importancia de esta afirmación: la cultura de la India con los himnos védicos, otras culturas orientales, así como de Occidente.  Antropología filosófica es una reflexión filosófica y holística acerca del ser humano. El hombre ya no se entiende solamente desde una perspectiva sobrenatural o desde su

hipotética naturaleza, sino que se liga a sus producciones, a sus obras y a sus relaciones con otras personas. Además con el paso de los años, primero la teología, la matemática, la biología y otras ciencias, asumieron la guía de la investigación del ser humano. Eso provoca que haya muchos conocimientos sobre el ser humano, pero estén todos separados, sin relacionarse. Lo que Cassirer hace a partir de aquí es elaborar un estudio del ser humano desde una perspectiva global, identificando cuales son los mecanismos que pueden unir todo estos conocimientos sobre el ser humano e intentando de explicar también las analogías funcionales de la conducta humana. Cassirer estudia la concepción del hombre desde distintos puntos de vista, por ejemplo: la concepción antropológica clásica griega y también la materialista y la mecanicista, pero hay un problema, es decir que todas estas concepciones se basan en la homogeneidad y
en la unidad del ser humano. Precisamente, con la noción de “animal simbólico” Cassirer
define un ser humano que supera las limitaciones del mundo físico y crea su propio mundo donde puede realizar sus actividades. Este mundo es creado mediante el sistema simbólico (por símbolos antropológicos), y las analogías funcionales de la conducta humana: el lenguaje, el arte, la historia, la ciencia, la cultura, la religión y el mito forman parte de este sistema. Aunque las divergencias entre las culturas no coinciden por una identidad de su naturaleza, si coinciden por una conformidad de su función fundamental.





LA CONCIENCIA.


  El término no es empleado en este punto en su sentido de percepción del ser de sí mismo y de la circunstancia de que es en la propia mente que ocurren diversos procesos abstractos; sino con una connotación predominantemente ética, con referencia a la función particular que existe en el hombre, de auto-evaluar su propio ser y su propio comportamiento, en el alcance a que se alude frecuentemente designándola como conciencia moral.

Se trata, sin duda, de una actividad interior del individuo, que puede tener mayor o menor intensidad generalmente en relación al grado de desarrollo cultural de cada sujeto, pero que en alguna medida existe siempre.

 La conciencia reflexiva constituye, por una parte, una derivación de la capacidad humana de raciocinio, y es por tanto una manifestación de la inteligencia, consistente en retornar a aplica la capacidad racional esencialmente en forma retrospectiva.

Filósofos modernos, como Spinoza y Schopenhauer, han señalado acentuadamente el carácter de la conciencia de conformar un referente hacia el pasado. Descartes aludía al remordimiento como “un recuerdo triste” emanado de la duda acerca de si la conducta que se ha ejecutado ha sido correcta o no; agregando de que no haber existido duda de que era malo se habría abstenido de ejecutarlo, o de no haberlo percibido así pero tener ahora certeza, existiría arrepentimiento.

Tanto Sócrates como Aristóteles señalaron la conexión moral de la conciencia; el primero considerando que formaba parte del “demonio” que interviene en la existencia humana, el segundo señalándolo como expresión del sentido moral.

 Se han realizado algunas distinticiones acerca de la conciencia:

Desde el punto de vista de su origen, se ha hablado de una conciencia innata (de fuente divina) y de una conciencia adquirida, basada en los valores provenientes de fuentes humanas, como originadoras de los conceptos morales contrastados por la conciencia con la propia conducta.

Desde el punto de vista de los principios y valores morales; se distingue una conciencia pseudomoral o egoísta basada en el eudemonismo individual; y una conciencia auténtica que se atiene a principios éticos de validez objetiva y universal.





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